Un
tiempo de misericordia,
un
tiempo para la misericordia
Una
Cuaresma con los pobres y desde los pobres…
Empezamos
nuestro recorrido hacia la pascua, cuarenta son las etapas. En la
meta nos espera Jesús el resucitado. Pero no sólo nos espera, nos
atrae, nos alienta y de algún modo nos acompaña.
La Cuaresma
es un tiempo litúrgicamente intenso, “fuerte”, tiempo de más
gracia. Queremos iniciarlo con el corazón encendido y con una
apertura total. Abiertos los ojos para contemplar a Cristo, en sus
diversas presencias. Abiertos los oídos para escuchar la Palabra.
Abiertos los labios para alabar a Dios y para dar buenas noticias.
Abiertos para acoger al que pide posada o escucharle en el brocal de
los pozos de nuestra sociedad, de nuestra comunidad…
Ayuna
palabra especialmente fuerte en este tiempo. Así como en Adviento
era ¡Vigilad!, ahora es ¡Convertíos! Sentimos la necesidad
permanente de renovarnos, de estar al día, de buscar la forma
necesaria. A lo largo de la Cuaresma se nos ofrecerán
“oportunidades”, pasos, gestos… para encontrarla…
¡Convertíos!...
El cambio
que se nos pide no es solamente de imagen, algún que otro retoque en
nuestra vida, dejar algo que nos sobra, recuperar algo que nos hace
falta. No va en la línea de hacer algún que otro sacrificio o
añadir alguna práctica devocional. Lo que queremos es cambiar el
núcleo íntimo de nuestro ser, de nuestras personas… aquello que
nos impide crecer… el corazón…
Podemos
hablar de dar otro giro a nuestra vida, un cambio de rumbo para
volverse a Dios, en línea con el significado de la palabra
conversión. Jesús nos ofrece su “hoja de ruta”, el Evangelio.,
camino hacia el encuentro con el Padre y con los demás, lugar de
encuentro y de crecimiento…
¿Convertirnos…
de qué?
Pensemos qué
aspectos de nuestras vidas aún no están orientados hacia la persona
y la vida Jesús, el camino y el paradigma de nuestra meta…
- No somos pobres, ni siquiera austeros, sino muy consumistas, muy instalados; podemos caer en la codicia.
- No somos humildes, nos gusta prevalecer, destacar, rivalizar; por eso podemos caer en la envidia y en el afán comparativo.
- No somos misericordiosos, más bien insensibles, intolerantes; podemos caer en la dureza del corazón.
- No somos solidarios, ni generosos, “cada uno en su casa”, ni sabemos compartir; podemos caer en la injusticia.
- No somos pacíficos ni pacificadores, llegamos fácilmente a la violencia, en palabras y actitudes, ni sabemos pacificar, nos resulta arriesgado; podemos llegar a la crueldad.
- No sabemos orar, vivimos superficialmente, volcados hacia fuera, haciendo nuestra voluntad; podemos llegar a la lejanía de Dios.
- No sabemos amar, nos amamos excesivamente a nosotros mismos, somos egoístas, no nos amamos como Jesús nos enseñó; podemos caer en una muerte espiritual…
En
camino hacia la Pascua…
La meta es
Cristo resucitado y el camino es seguir lo más cerca posible a
Jesús, hasta identificarse con Él. Un largo camino a recorrer…
Pero en este
caminar no se trata de cumplir unas normas o unas prácticas
piadosas, de rezar en algunos momentos o de hacer buenos propósitos.
Se trata de ser fuego, de acercarte a la zarza ardiente y dejarte
quemar por el Espíritu, de entrar en la nube de la Transfiguración…
dejar actuar en nosotros la fuerza transformante del Espíritu.
- ¿Los ayunos? Claro, para ser más del Espíritu y más libres, menos consumistas, para aprender solidaridad y amor.
- ¿Mortificaciones? No, vivificaciones, liberaciones. Dios no quiere nuestra muerte, sino vida plenificante. Pero la vida exige cortes y esfuerzos para dar más, crear más, ser más. No pienses en un Dios enfadado o cruel, sino alegre y amigo.
- ¿Lágrimas? Pero de alegría y de paz. También de arrepentimiento, pero sin angustias ni miedos. Dios, como al hijo pródigo, nos castiga con besos y abrazos. De tus pecados Dios ni se acuerda.
- ¿Limosnas? Sí, pero no sólo de lo que te sobra, y no como una obra más de misericordia, sino como fruto renovado de tu amor misericordioso. ¡Qué generoso es el que ama!
- ¿Oración? Desde luego, pero no como práctica, como rito, como ley, sino como necesidad y como vida. Estar abierto a la presencia amorosa permanente de Dios. Orar como apertura y entrega total al Padre
Algunas
claves o gestos…
- La Cuaresma es mirar bien a Jesús, hasta que te lo aprendas, hasta que lo veas con los ojos cerrados.
- La Cuaresma es seguir los pasos de Jesús, hasta alcanzarlo, y correr y contárselo al hermano
- La Cuaresma es salir al encuentro del hermano y ponerte a su servicio.
- La Cuaresma es hacer silencio en ti, para escuchar la Palabra.
- La Cuaresma es tiempo de conversión, no de “mortificación”.
- La Cuaresma es esfuerzo liberador, no de prácticas acostumbradas.
- La Cuaresma es gozo compartido, no pena y soledad.
- La Cuaresma es ablandar el corazón y desterrar toda violencia que anida en ti.
- La Cuaresma es despojo progresivo y superación del consumismo.
- La Cuaresma es abrirse a la vida que viene del Espíritu.
Algunos
textos…
“No
se trata de una liberación de nuestra pobreza y miseria,
sino
de nuestra riqueza y bienestar sobreabundantes;
no
se trata de una liberación de nuestras insuficiencias,
sino
de nuestro consumo…
No
se trata de una liberación de nuestra impotencia,
sino
de nuestra existencia prepotente…
No
se trata de la liberación de nuestros sufrimientos,
sino
de nuestra apatía…”
(J.B. Metz)
¡SI
TÚ CONOCIERAS CÓMO TE AMOR!
Si
conocieras el don de Dios,
si
supieras lo que te regala y te prepara,
si
supieras lo que te quiere Dios,
y
cómo espera que le quieras.
Si
supieras, hijo mío, cómo te amo,
que
no dejo de pensar en ti,
que
llevo tu nombre tatuado,
aquí,
en las palmas de mis manos (Is 49, 16),
¿no
descansarías enteramente en mí?,
¿no
se llenaría de luz toda tu vida?,
¿no
estarías orgulloso de mi amor?,
¿no
responderías con amor apasionado?
Si
supieras cómo me dueles,
cómo
me preocupo por ti,
los
mensajes que te mando, y lo mensajeros,
si
supieras que no duermo, pensando en ti,
iba
a decir que rezo siempre por ti,
si
supieras que sigo dispuesto
a
dar mi vida por ti…,
¿no
apreciarías los quilates de mi amor
y
dirías: yo te amo Señor?
Si
supieras cómo te espero,
cómo
tengo sed de ti,
cómo
deseo que vengas a mi encuentro,
cómo
me agrada que me llames
y
me busques y me digas: Padre,
¿no
correrías con ansias hacia mí,
como
el sediento en busca de la fuente?
Y
si supieras dónde me encuentro,
que
mi cielo no está arriba ni en el templo,
que
me pierdo entre mis hijos, los más pobres y pequeños,
¿no
me buscarías con cuidado?,
¿no
me amarías en los que no son amados?,
¿no
me servirías en los más necesitados?
¡Si
supieras dónde puedes encontrarme!
Para
la reflexión…
- ¿Qué significa para ti el tiempo litúrgico de la Cuaresma y la Pascua?
- ¿Qué experiencias más importantes recuerdas de este tiempo en tu vida personal o de grupo o comunitaria?
- ¿Qué te sugiere el lema de “Cuaresma, un tiempo de misericordia y para la misericordia”?
- ¿Qué esperas de esta Cuaresma? ¿Qué deseas? ¿Qué te propones?
- ¿Qué propones a la Comunidad para este tiempo cuaresmal?
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