martes, 29 de mayo de 2012

LO NATURAL NUNCA SE DEJA, ALGUNA VEZ SE MUESTRA -REFLEXIONES-

Tenemos que aseverar que las costumbres se hacen que no nacen, de modo que lo natural no se deja.



No debemos pedir nueces a la zarza, ni tampoco por mucho que envejezca el lobo, aunque mude el pelo, esperar a que cambie su naturaleza.

Es como pretender iluminar una noche sin Luna, pues es perder el tiempo en la misma; así mismo, todo el ímpetu espumoso del océano no bastaría para blanquear un guijarro negro, ni muchos siglos le sacarán canas al cuervo.

Bien podría criar el pastor con otros perros al cachorro de un lobo, que creciendo; lobo, y no perro será. Lo mismo es querer amaestrar un ingenio tosco, y bozal, que querer enseñar a correr a un jumento, con la gallardía de un caballo; porque por más que muelas el agua, agua se queda, lo mismo que si majas a un tosco, no lo harás sabio. Es decir, no hay que cansarse de pretender hacer andar derecho a un cangrejo.

Tres medios hay para violentar la inclinación: La política, la educación y la virtud. Mucho puede la primera pero no hay que fiar, aun asegurado en el trono, ya que presto se da a conocer por las obras, como puede dar fruto el espino, también puede cubrir con ellos sus puntas, y si nos despistamos al recogerlo nos punzará; por ello, ni la zorra con su astucia, ni con todo su valor el león, disimularán a la larga su ingenio, ya que viendo que no les ven, vuelven a su primer ser, de manera que viendo la suya la ejecutan.

Se quejaba cierta ovejuela de la necedad de su pastor; el cual, le obligaba a dar leche a un lobo recién nacido; crecerá, decía, como un cordero a consta de mi sustancia con muestras de agradecido, pero al ser adulto se cebará en mis carnes.
Que blanduras promete en la cara, que suavidades armoniosas en la voz la sirena, y es para dorar la ponzoña del corazón y guiar mejor la nave al escollo.
Cuanto más aprieta la hiedra sus abrazos, o deshace la pared, o ahoga al árbol que galantea. Esto es lo que se pretende decir, ya que no hay que fiar de estas metamorfosis, y más cuando de repente se hace paloma el cuervo. No debemos fiar en semejantes milagros de la política, que como la conveniencia los pinta, así los despinta ella misma.

La virtud si que puede triunfar totalmente en su inclinación, aunque le domine la política, pero es trabajoso, cuesta.
El sabio sobre las estrellas gobierna. Las acciones humanas son hijas del albedrío, y este siempre es el rey, o sigue la razón o la desprecia, pero invariablemente porque quiere, y como quiere, mucho puede lo natural pero más puede un corazón alentado con el favor de la virtud; y aquí es donde triunfa el valor con mas glorias que en el campo de batalla; ni existe corona más ilustre que la que alcanza quien de sí mismo se corona. Estas son las hazañas que premia con diadema de luceros la misma naturaleza, y se celebra con voces de admiración los de buen corazón, y el mismo Dios se precia de ser su autor. Con esto ya se rinde la naturaleza, pero cuesta, ni existe tampoco entera seguridad. Columnas encumbradas hasta el cielo, cargadas de mil despojos, o desdicha han caído, malogrando en un vaivén mil coronas. Por ello mismo, nadie esté seguro de sí mismo, que hasta llegar al puerto vive expuesto a una tormenta el bajel sin más seguridad que una pequeña vara de humo que pequeño viento tuerce, sube al cielo con aíre de justo y cuidado que vaya derecho.

Entonces el medio mas suave es el de una buena educación, es milagrosa su fuerza, hace de hombres, brutos; y de brutos, hombres. No existe fiereza noble que no se rinda a su eficacia, así como al beneficio de su cultivo. Me pregunto ¿Qué esterilidad no ha fecundado su cultivo? ¿Qué prodigios no ha ejecutado el arte?, acaso ¿de un espino no se saca frutos?, y ¿del vano rocío la miel? Se enseñó a bailar en consonancia a un caballo; se pone freno a un elefante, se da habla a un loro; y voz, por decirlo de esta manera a un leño, ¿entonces en un hombre que no hará? Pero no obstante aun en dos lebreles de casta, que aunque hijos del mismo parto, la costumbre los hace diferentes, ya que uno corre a roer un hueso y el otro a herir la caza. Poco es menos dañosa la costumbre de muchos, que sin intención entregan sus hijos a quien les enseñe mil vicios con su ejemplo, o le dejan que el solo los aprenda de por sí, debido a que la naturaleza nace ciega y necesita de guía que la conduzca al bien.

No se aprende en las delicias de la vida, sino que hay que ser competitivos con arrojo, en el trabajo, porque de esta manera se aprende a mandar en obediencia, y a formarse grandes capitanes siendo buenos soldados, solo así dejan de tener remedio los males y los que fueron vicios pasan a ser costumbre.

Fernando Cabanas López