martes, 23 de febrero de 2016

¡NO! !TRABAJA!

"Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.  ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?  ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?  Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". (Lucas 11,5-13)


Ayer tuve una visita en mi casa, llegó descalzo, tuvimos que comprarle unos zapatos, nada fácil, porque eran del 47. Lo acogimos, y le preparamos una habitación para dormir. A la hora de cenar lo subimos a la cocina para que nos acompañara; comía lentamente, pero durante mucho tiempo, siempre hablando, ya se había duchado y de vez en cuando se miraba el calzado, y luego se sonreía.



Me contó la siguiente historia:
Un día del mes de diciembre, en Alcázar de San Juan, y ya muy próximas las fiestas de Navidad, había aterrizado en el pueblo, al bajarme de un tren; a la noche acudí a la casa del cura, llamé a la puerta, me abrieron y le pregunté que si tenia algún sitio donde dormir, o si me podía dar de comer, me contestaron:¡ No, Trabaja.!
A las dos de la mañana, ya no podía más, hacía un frio terrible, y tirado en una acera, me vi obligado a llamar al timbre de una casa; esperé diez minutos, y volví a llamar, del piso de arriba, alguien dice: ¡qué quieres!; le contesto que tengo mucho frío, me podría dejar pasar un rato, o darme una manta, y se cierra la ventana; espero un cuarto de hora y ya derrotado, comienzo a marcharme, y escucho: ¡espera!, y veo caer una manta; la recojo y me tapo con ella, al momento me tiran comida, ¡mucha comida, para lo que yo esperaba!, gracias, le contesto, ¡espera!, y me arroja un papel, miro, ¡un billete de 100 €!!!!!!.
Comí todo lo que pude y busqué un sitio para abrigarme el frío -una esquina de la iglesia-, me envolví en la manta, y con la mano en el bolsillo, guardaba el dinero..


Manuel Garcia Souto