Parroquias de Buño , Leiloio, Cambre, Cerqueda, San Tirso, Barizo, Mens, Cores y Nemeño
miércoles, 4 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
lunes, 4 de noviembre de 2013
CONSAGRACION DE LA IGLESIA DE SANTAIA POR SAN PEDRO MEZONZO
CONSAGRACION DE LA NUEVA IGLESIA DE SANTAYA, CONSTRUIDA POR PEDRO DE
MEZONZO SOBRE LAS RUINAS DEL EDIFICIO
Fuente: Francisca Pardo Nuñez,
feligresa de Texeiro, que dice haber copiado el siguiente texto de una especie
de tesis doctoral realizada por Manuel Ruben García Alvarez, en donde se hace
mención a San Pedro Mezonzo (el origen y el autor de la Salve Regina)
Copio el texto:
Obedeciendo
a una cita, en la mañana del 1 de Julio de 995 un gran concurso de religiosos
acude a Curtis. Va a celebrarse el solemne acto de la consagración de la nueva
iglesia de Santaya, construida por Pedro de Mezonzo sobre las ruinas del
edificio provisionalmente reedificado después de la invasión normanda. Se
comenta, incluso, que tiene anunciada sus asistencia el propio rey Vermudo, y
hasta hay quien dice que desde la tarde anterior se hallaba ya reunido con el
obispo Pedro, en Santiago. De las vilas y vilares próximos se ha desplazado a
Curtis una gran muchedumbre de curiosos, que desde el amanecer se extruja en
los alrrededores de la nueva iglesia, ávida de poder contemplar de cerca tan
impresionante cortejo y sobre todo la
figura de aquel insigne convecino, famoso en todo el reino por su sabiduría y
santidad. El atrio y los terrenos circundantes no llegan para albergar aquel
hormiguero humano que aguarda impaciente desde hace muchas horas.
Cuando el cansancio iba
apoderándose de los cuerpos y la fina lluvia bastante fría, aún siendo verano,
dejaba sentir sus molestos efectos, sonaron en Curtis las primeras campanas y
poco después empiezan a llegar los
obispos que, acompañados de sus clérigos habían salido de Compostela, algo
antes que el Rey. Ya se divisan vestidos con túnicas abotonadas o adorras y
cubiertos con los mantos ferucíes o barraganes. Viliulfo, el anciano obispo de
Tuy, que a pesar de sus años no quería faltar a la ceremonia; Armenterio, de
Mondoñedo y Pelayo de Lugo. Llevan algupas mobatanas forradas de pieles de conejo
y de comadreja. Gudesteo, obispo de
Oviedo; Jimeno de Astorga y Froilán de León. Todos se tocan con la capucha
picuda que llevan de ordinario. A medida que van llegando, montados en recias
mulas, enjaezadas con soberbias sillas jinetas de altos borrenes, recubiertas
de plata, los prelados, tras descabalgar, ayudados por los escuderos de su
séquito, aguardan al rey y a al obispo de Compostela, que ya no pueden tardar
mucho, en el interior del templo, mientras diáconos y clérigos esperan en el atrio.
Al fin aparece Vermudo y Pedro
de Mezonzo con su séquito. La multitud se apiña en las alturas próximas,
en los caminos y en las escaleras para admirar a su santo convecino, aunque sea
de lejos, pues la clerecía ocupaba totalmente el atrio de la Iglesía y los
madrugadores se habían adueñado de los lugares más próximos. Muchos no le
habían visto desde la muerte de su padre Martín, le encuentran algo aviejado, más blanco el
cabello, más seria la mirada. No obstante conserva el andar firme y cuerpo
erguido, a pesar de sus sesenta y cinco años. Viste túnica pintella y un ropón
llamado feirache de las tierras del Miño y se toca, como los otros obispos, con
la capucha picuda. A su derecha camina el rey Vermudo con las regias vestiduras
de viaje.
El repicar de las campanas
anuncia la llegada del monarca al atrio de la iglesia de Santaya. Un escudero
tiene las brindas del caballo castaño que monta, mientras otro sujeta las de la
mula la que cabalga Pedro de Mezonzo. Apeánse Vermudo y el prelado; rodeánles
diáconos y clérigos, y precedidos de la
cruz alzada, entran todos en el interior de la iglesia. Algunos clérigos y a su
frente los prelados venidos para asistir a la solemne ceremonia, saludan al
principe y al obispo compostelano.
El templo presenta todo el
explendor de los grandes días. Han sido recogidas o retiradas las ahalagaras
palleas, es decir, las cortinas de tapiz que a veces ocultaban las naves de los
absides cuadrados, donde estaban las aras, vense al fondo las mesas sagradas,
adornadas con frontales palleos o greciscos, con figuras de águilas y cruces
bordadas con hilos de oro. Colgadas encima de los altares se ven cruces de
esmalte u olivitreas, y al lado bellas coronas argénteas y doradas, urnas de
plata y marfil que guardan los vasos litúrgicos, y una gran almenara o lámpara
de plata que tiene quince brazos o lucernas de vidrio. Al fondo, las cátedras
episcopales y cerca del solio, enriquecido con incrustaciones de hueso y de
metal que ocupará el rey.
El santo obispo Viliufo, decano
de los prelados del reino, ocupa su sitial con la mitra en la cabeza, y sobre
los hombros una capa tejida bordada en oro y adornada de margaritas. Delante
tiene un analogio o atríl, sobre el cual está el gran códice litúrgico, cuyas
hojas rebeldes de pergamino sujeta un clérigo joven, vestido con estola color
de amianto y balteo rojo. Otros clérigos
y monjes sostienen candelas, y algunos encargados de la música llevan cítaras y
vihuelas. Perfuma el aire el olor de incienso, se oye el chisporrotear de las
lucernas, el bisbeo de las plegarias y el murmullo de los diálogos, y en
diversos instantes llega hasta los atentos oídos de algunos el ruido de la
calle. Inmediatamente se procede a la consagración del templo, en medio de un
profundo silencio. Después dice una oración el santo prelado compostelano, y
terminada la solemnidad religiosa, casi llegada la hora del yantar, abandonan
la iglesia los asistentes al acto, para dar tiempo a la comida y al descanso y
el que escriba extienda la carta de dotación al nuevo templo prometida por
Pedro de Mezonzo. Poco después de la hora nona, se congregan de nuevo los
asistentes para escuchar la lectura del documento. La sesión tiene lugar ahora
en el atrio de la Iglesia de Santaya, pués, al fin la lluia y el frio habían
sido vencidos por el sol de julio y el calor invita a reunirse al aire libre.
Todos hacen conjeturas sobre la generosidad de Pedro de Mezonzo, pués ninguno
ignoraba que como consecuencia de la invasión normanda, se habían perdido las
escrituras que acreditaban las pertenencias de la iglesia de Curtis. Despúes de
ocupar su asiento los que lo tienen y
colocarse donde han podido, clérigos y demás asistentes; Vermudo ordena se de a
conocer públicamente la voluntad de su amigo. El santo obispo de Compostela se
ha mostrado liberal en verdad. Trás el relato de lo ocurrido con la iglesia de
Curtis, desde los ya muy lejanos días de su fundación por los bisabuelos de
Pedro de Mezonzo, figuran en el documento, dictados por éste, los bienes
donados: la vila de Chacente, con sus términos
y producciones, tal como la habían tenido sus antepasados; la iglesia de
Santaya ahora reedificada, con todas sus pertenencias entre las que se cuentan
las campanas de metal, los vasos sagrados, alhajas, libros y ornamentos, así
como el ajuar necesario para el mantenimiento del culto y de sus ministros. Añade también allí veinte
yeguas con su garañón, cincuenta bueyes y vacas, quinientas ovejas, cabras y
lechones, etc; más todo el ajuar completo de casa. Le da, así mismo, una vila
que el santo había comprado a doña Guntina y sus hijos, otra que le había
donado el presbítero Placencio y que estaba, como la anterior, cerca de Curtis.
También lo que le pertenecía en la iglesia de Santa María de Ciudadela; la de
San Jorge en la villa de Gorxá, con todos sus hombres, la de Santa María de
Teixeiro que fue filial de Santaya; la vila de Mera, que fue de Buisano y su
mujer, y de Sonilde, su hia, y que le había arrebatado al venerable obispo de
modo indecente el conde Suario Gundemáriz; la heredad de don Aldoieitro, junto a
Teixeiro. En el territorio de Nendos, la vila que llaman de Maials, dada a
Pedro de Mezonzo por Menendo Visterlaz y por doña Goncia; la iglesia de San
Julian de Soñeiro, y el pequeño monasterio de San Martin a orillas del rio
Mendo, que le habian donado el confeso Sigeredo y su hermana Flauma; y también
en Nendos, donde llaman Ois, cerca del rio Jore, otra vila que le habían
concedido Hermenegildo y Clementina. En el territorio de Pruzos, en la vila de
Churio, la quinta parte de las tierras que pertenecian a su padre Martín, y las
porciones que a sus hermanos Adelfio y Vimarano y al el mismo le correspondían
en las citadas tierras y lugares, así como las iglesias de Santa María de
Berines, san Martin de Churio, Santa María de Mántaras y San Vicente de Narmaia
junto al castillo de Aranga. Por último, invita a sus hermanos y hermanas y a
sus demás parientes consánguineos a habitar en el monasterio familiar de
Santaya, haciendo vida santa y disfrutando de todos los bienes reseñados, y
encomienda el gobierno del cenobio a su sobrino el sacerdote Vimara,
prohibiéndole, sin embargo, toda suerte de enajenación.
Acabada la lectura, después de la
clásula final, en que se amenaza con castigos espirituales y temporales a los
presuntos infractores, con esta oración en la que Pedro de Mezonzo nos descubre
su profunda humildad: "Santos del
Señor, yo miserable Pedro, obispo, no en las obras, si no en el nombre, os
ruego, os suplico, que éste vilísimo hecho mío, sea estable ante vuestros ojos,
para que cuando fuere interrogado en el tribunal del Señor, aparezca entre los
coros angélicos, y por vuestra intercesión merezca la bienaventuranza el día de
la resurrección, y que jamás la muerte tenga poder sobre mi".
A continuación, la escritura es
signada por el otorgante, ocasión por este aprovechada para hacer oración no
menos sentida y fervorosa: "Bajo el sacrosanto amparo de Cristo y su
vivificador poder, yo, Pedro, obispo de Iria y de la apostólica sede, dicté,
dispuse y signé con mi propia mano, para mayor fuerza, esta escritura y quiero
ofrecerla a mi Dios para evitar los suplicios del infierno, y después de sacado
juntamente con mis padres, hermanos y padrinos, de aquellos abismos, merecer ,
ver mi nombre escrito entre los de los santos, en el Libro de la Vida y tener
parte con los elegidos". Firman después los demás asistentes: el rey
Vermudo, obispos, abades, los prepósitos de los monasterios de Antealtares,
Soñeiro, Mezonzo, Brates, Sobrado y muchos presbíeros y clérigos.
La asamblea ha terminado, en
medio del júbilo general. Lentamente van saliendo de la nueva iglesia los
reunidos, que se disponen a marchar inmediatamene, cada uno a su destino,
aprovechando las horas que aún quedan de día y dispuestos a caminar, si es
preciso de noche, pues Curtis es insuficiente para albergar a tamaña
muchedumbre.
Fdo: Manuel Garcia Souto, parroco
de Santa Eulalia de Curtis, 28 de Octubre de 2013.
viernes, 6 de septiembre de 2013
TEIXEIRO UNIDAD PASTORAL: Bendición os romeiros de Nosa Señora dos Remedios ...
TEIXEIRO UNIDAD PASTORAL: Bendición os romeiros de Nosa Señora dos Remedios ...: Que o Señor te bendiga que o señor te garde que che amose o seu rostro que teña misericordia de ti e que te mire con a...
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