PARROQUIA DE
SANTA MARIA DE RODEIRO
FALLECIDOS DURANTE EL AÑO 2014
1.-
Jose Fernandez Figueiras (Belén)
2.-
Dolores Couceiro Sanchez (Rodeiro)
3.-
María Josefa Fiaño Seoane (Rodeiro)
4.-
Jesus Rendal Perez (Belén)
5.-
Jose Luis Sanchez Naveira (Belén)
6.-
Manuela Rodriguez Pérez (Rodeiro)
7.-
Eduardo Rico Mirás (Belén)
8.-
María Josefa Mahía Fernández (Belén)
BAUTIZADOS
EN EL AÑO 2014
1.-
Sara Castro Vazquez (Belén)
2.-
Marina Rodriguez Ares (Belén)
3.-
Martín Diaz Diaz (Belen)
HONOR Y RESPETO A LOS DIFUNTOS
La Iglesia Católica, ya desde la
época de los primeros cristianos, siempre ha rodeado a los muertos de una
atmósfera de respeto sagrado. Esto y las honras fúnebres que siempre se les ha
tributado permiten hablar de un culto a los difuntos, entendido éste, como
amplio honor y respeto sagrado hacia los difuntos por parte de quienes tenemos
fe en la resurrección.
El cristianismo, ya en sus primeros siglos, no rechazó el culto para
los difuntos de las antiguas civilizaciones, sino que lo consolidó, previa
purificación, dándole su verdadero sentido trascendente, a la luz del
conocimiento de la inmortalidad del alma y del dogma de la resurrección.
Nuestra fe nos dice que durante la vida, el cuerpo es "templo del Espiritu
Santo" y "miembro de Cristo" (1Cor 6,9 y 6,15) y cuyo destino
definitivo es la transformación espiritual en la resurrección.
Este respeto se ha manifestado también en el modo de enterrar a los
cadáveres y así a imitación de lo que hicieron con el Señor, -recordando lo que
dice el Evangelio- José de Arimatea, Nicodemo y las piadosas mujeres, cogieron
el cadaver de Jesús, lo lavaron, lo envolvieron en vendas impregnadas de
perfume y lo colocaron cuidadosamente en el sepulcro. Así lo fueron haciendo
también los primeros cristianos; en las actas del martirio de San Pancracio, se
puede leer que el martir fue enterrado después de ser ungido con perfumes y
envuelto en sabanas de lienzo.
Pero no solo esta esmerada preparación del cadaver es un signo de la
piedad y culto profesado por los cristianos a los difuntos, también la
sepultura material es una expresión elocuente de estos mismos sentimientos.
Esto se ve claro especialmente en la veneración que desde la época de los primeros cristianos se
profesó hacia los sepulcros: se esparcian flores sobre ellos y se hacían
libaciones de perfumes sobre las tumbas de los seres queridos.
FUNERALES Y
ENTIERRO
Pero esto en nada afecto al sentimiento de profundo respeto y
veneración que la Iglesia profesaba y siguió profesando a sus hijos difuntos.
De ahí que, a pesar de las prohibiciones a que se vio obligada para evitar
abusos, permaneció firme en su voluntad de honrarlos. Y así se estableció que,
antes de ser enterrado, el cadáver fuese llevado a la Iglesia y, colocado
delante del altar, fuese celebrada la Santa Misa en sufragio suyo.
Esta práctica, ya casi común hacia finales del siglo IV y de la que San
Agustín nos da un testimonio claro al relatar los funerales de su madre Santa
Mónica en sus Confesiones, se ha mantenido hasta nuestros días.
San Agustín también explicaba a los cristianos de sus época, como los
honores externos no reportarían ningún beneficio ni honra a los muertos, si no
iban acompañados de los honores espirituales de la oración: "sin estas
oraciones, inspiradas en la fe y la piedad hacia los difuntos, creo que de nada
serviría a sus almas, el que sus cuerpos privados de vida fuesen depositados en
un lugar santo. Siendo así, convenzámonos de sólo podemos favorecer a los
difuntos si ofrecemos por ellos el
sacrificio del altar , de la plegaria o de la limosna" (De Cura pro
mortius gerenda 3-4).
Comprendiéndolo así, la Iglesia, que siempre tuvo la preocupación de
dar digna sepultura a los cadáveres de sus hijos, brindó para honrarlos lo
mejor de sus depósitos espirituales, y aplicó los méritos redentores de Cristo
a sus difuntos, tomando como práctica, ofrecer en determinados días y sobre sus
tumbas, lo que tan hermosamente llamó San Agustín: el sacrificium pretii nostri
(el sacrificio de nuestro rescate).
Ya en tiempos de San Ignacio de Antioquía y de San Policarpo se habla
de esto como de algo fundado en la tradición; pero también aquí el uso degeneró
en abuso, y la autoridad eclesiástica hubo de intervenir para atajarlo y
reducirlo; así se determinó que la Misa sólo se celebrase sobre los sepulcros
de los martires; y ya desde el siglo III fue cosa común celebrar en las
iglesias liturgias de memoria de difuntos (misas por los difuntos). Este mismo
espírtu y ternura, alienta a todas las oraciones y ceremonias que conforman hoy
día, el rito de exequias.
Por otro lado, la Iglesia, hoy en día, recuerda de manera especial a
sus hijos difuntos durante el mes de Noviembre, en el que destacan la "La
Memoria de Todos los Fieles Difuntos el día 2 de Noviembre", especialmente
dedicada a su recuerdo y sufragio por sus almas; y también "La Festividad
de Todos los Santos, el dia 1 de Noviembre", en el que se celebra la
llegada al cielo de todos aquellos difuntos que vivieron en este mundo de una
forma santa y que llegaron a alcanzar el premio eterno; aunque no se encuentren
sus imágenes en ningún altar de ninguna iglesia, se podría decir, que son
"santos anónimos", por otro lado, suponen la gran mayoría de la
Iglesia Celestial, ya que siendo verdad que la Iglesia celebra a lo largo del
año varios santos concretos y que así fueron promulgados por la Iglesia, y sus
imágenes se encuentran en las iglesias, no quiere decir, que sean los únicos
santos, la gran mayoria de los santos de la Iglesia no son los canonizados en
este mundo, sino los miles y miles de fieles cristianos que han pasado por el
mundo haciendo el bien y cumpliendo con los sacramentos y mandamientos que
todos conocemos por ser miembros fieles de la Iglesia.
REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE Y LAS EXEQUIAS CRISTIANAS
El momento de la muerte es para todo ser humano el acontecimiento que
determina el último acto que le perfecciona, que lo acaba como persona e incide
completamente en su ser y en su relación interpersonal. El ser humano se situa
ante la muerte con una doble actitud: por una parte, la muerte es una realidad
que cierra y concluye la vida; por otra parte, es una realidad que abre otra
dimensión, en la cual nuestro "futuro" dependerá "mucho" de
como haya sido nuestra vida anterior a la muerte; ya que la muerte del cristiano
tiene una "extensión" purificadora y penal. Aquí es donde tiene aplicación la muerte de Cristo,
"El muere por salvarnos a nosotros", por tanto, nuestra vida en este
mundo, será o no, merecedora de los méritos de Cristo, en función de como
hayamos usado nuestra vida terrenal, y nuestra fe en Cristo, la existencia en
la otra dimensión, será de "Victoria" o "Derrota". A esta
"victoria" le llamamos Gloria Eterna (la felicidad de la Pascua del
Señor).
Por esta razón, en las exequias cristianas se hace siempre mención al
misterio pascual, es decir, que los que un día hemos sido bautizados en Cristo,
pasemos también con El - en el momento de la muerte- a esa otra
"dimension" que es en la que se" encuentra" Dios y a la que
solemos llamar "Gloria Eterna", "Vida Eterna",
"Paraíso" ó "Resurrección". Primero lo haremos con nuestra
alma, la cual tendrá que purificarse de los efectos de nuestros pecados, los
cuales fueron perdonados en el sacramento de la confesión en nuestra vida
terrenal, pero la existencia de alguno sin confesar o los efectos negativos que
pudieron tener sobre nuestra alma (una cosa es hacer una acción y otra distinta
los efectos que ha tenido esa acción) hacen que el alma necesite
"limpiarse" hasta que sea capaz de poder contemplar a "Dios cara
a cara".
Y por último, nuestro cuerpo
también resucitará, al final de los tiempos, cuando Cristo vuelva de nuevo.
La celebración exequial es uno de los momentos privilegiados del
cristianismo, porque se juntan la muerte y la resurrección; se anuncia la
victoria sobre la derrota, así el cirio pascual encendido, quiere expresar
esto: la esperanza en que la vida no termina junto al sepulcro ... Cristo
venció la muerte.