PARROQUIA DE SANTA MARIA DE FOXADO
FALLECIDOS
DURANTE EL AÑO 2014
1.-
ANTONIO PETEIRO FIDALGO
2.-
ANTONIO ABAD RAMOS
3.-
MARIA AMELIA VAZQUEZ CABADO
4.-
ANTONIA RODRIGUEZ VAZQUEZ
5.-
ANTONIO VAZQUEZ RODRIGUEZ
6.-
ENRIQUE MANUEL SANCHEZ LOPEZ
7.-
MARIA MIRAZ BARRAL
8.-
HORTENSIO PEDRIDO ESPIÑO
9.-
CARMEN BALDOMIR FERNANDEZ
10.-
MARIA DE LAS NIEVES SANCHEZ MARTINEZ
11.-
ELVIRA ABAD PAREDES
12.-
CARMEN FIDALGO FIDALGO
13.-
DOMINGA ARES FERNANDEZ
14.-
JOSEF BARANEK (indigente de origen checo)
15.-
ANTONIO MERELAS SANCHEZ
BAUTIZADOS EN EL AÑO 2014
1.-
ESTHER MIRAS LAMAS
HONOR Y RESPETO A LOS DIFUNTOS
La
Iglesia Católica, ya desde la época de
los primeros cristianos, siempre ha rodeado a los muertos de una atmósfera de
respeto sagrado. Esto y las honras fúnebres que siempre se les ha tributado
permiten hablar de un culto a los difuntos, entendido éste, como amplio honor y
respeto sagrado hacia los difuntos por parte de quienes tenemos fe en la
resurrección.
El cristianismo, ya en sus primeros
siglos, no rechazó el culto para los difuntos de las antiguas civilizaciones,
sino que lo consolidó, previa purificación, dándole su verdadero sentido
trascendente, a la luz del conocimiento de la inmortalidad del alma y del dogma
de la resurrección. Nuestra fe nos dice que durante la vida, el cuerpo es
"templo del Espiritu Santo" y "miembro de Cristo" (1Cor 6,9
y 6,15) y cuyo destino definitivo es la transformación espiritual en la
resurrección.
Este respeto se ha manifestado
también en el modo de enterrar a los cadáveres y así a imitación de lo que
hicieron con el Señor, -recordando lo que dice el Evangelio- José de Arimatea,
Nicodemo y las piadosas mujeres, cogieron el cadaver de Jesús, lo lavaron, lo
envolvieron en vendas impregnadas de perfume y lo colocaron cuidadosamente en
el sepulcro. Así lo fueron haciendo también los primeros cristianos; en las
actas del martirio de San Pancracio, se puede leer que el martir fue enterrado
después de ser ungido con perfumes y envuelto en sabanas de lienzo.
Pero no solo esta esmerada
preparación del cadaver es un signo de la piedad y culto profesado por los
cristianos a los difuntos, también la sepultura material es una expresión
elocuente de estos mismos sentimientos. Esto se ve claro especialmente en la
veneración que desde la época de los
primeros cristianos se profesó hacia los sepulcros: se esparcian flores sobre ellos y se hacían libaciones de perfumes
sobre las tumbas de los seres queridos.
FUNERALES Y
ENTIERRO
Pero
esto en nada afecto al sentimiento de profundo respeto y veneración que la
Iglesia profesaba y siguió profesando a sus hijos difuntos. De ahí que, a pesar
de las prohibiciones a que se vio obligada para evitar abusos, permaneció firme
en su voluntad de honrarlos. Y así se estableció que, antes de ser enterrado,
el cadáver fuese llevado a la Iglesia y, colocado delante del altar, fuese
celebrada la Santa Misa en sufragio suyo.
Esta práctica, ya casi común hacia
finales del siglo IV y de la que San Agustín nos da un testimonio claro al
relatar los funerales de su madre Santa Mónica en sus Confesiones,
se ha mantenido hasta nuestros días.
San Agustín también explicaba a los
cristianos de sus época, como los honores externos no reportarían ningún
beneficio ni honra a los muertos, si no iban acompañados de los honores
espirituales de la oración: "sin estas oraciones,
inspiradas en la fe y la piedad hacia los difuntos, creo que de nada serviría a
sus almas, el que sus cuerpos privados de vida fuesen depositados en un lugar
santo. Siendo así, convenzámonos de sólo podemos favorecer a los difuntos si
ofrecemos por ellos el sacrificio del
altar , de la plegaria o de la limosna" (De Cura pro mortius gerenda
3-4).
Comprendiéndolo así, la Iglesia, que
siempre tuvo la preocupación de dar digna sepultura a los cadáveres de sus
hijos, brindó para honrarlos lo mejor de sus depósitos espirituales, y aplicó
los méritos redentores de Cristo a sus difuntos, tomando como práctica, ofrecer
en determinados días y sobre sus tumbas, lo que tan hermosamente llamó San
Agustín: el sacrificium pretii nostri (el
sacrificio de nuestro rescate).
Ya en tiempos de San Ignacio de
Antioquía y de San Policarpo se habla de esto como de algo fundado en la
tradición; pero también aquí el uso degeneró en abuso, y la autoridad
eclesiástica hubo de intervenir para atajarlo y reducirlo; así se determinó que
la Misa sólo se celebrase sobre los sepulcros de los martires; y ya desde el
siglo III fue cosa común celebrar en las iglesias liturgias de memoria de
difuntos (misas por los difuntos). Este mismo espírtu y ternura, alienta a
todas las oraciones y ceremonias que conforman hoy día, el rito de exequias.
Por otro lado, la Iglesia, hoy en
día, recuerda de manera especial a sus hijos difuntos durante el mes de
Noviembre, en el que destacan la "La Memoria de Todos los Fieles Difuntos
el día 2 de Noviembre", especialmente dedicada a su recuerdo y sufragio
por sus almas; y también "La Festividad de Todos los Santos, el dia 1 de
Noviembre", en el que se celebra la llegada al cielo de todos aquellos
difuntos que vivieron en este mundo de una forma santa y que llegaron a
alcanzar el premio eterno; aunque no se encuentren sus imágenes en ningún altar
de ninguna iglesia, se podría decir, que son "santos anónimos", por otro
lado, suponen la gran mayoría de la Iglesia Celestial, ya que siendo verdad que
la Iglesia celebra a lo largo del año varios santos concretos y que así fueron
promulgados por la Iglesia, y sus imágenes se encuentran en las iglesias, no
quiere decir, que sean los únicos santos, la gran mayoria de los santos de la
Iglesia no son los canonizados en este mundo, sino los miles y miles de fieles
cristianos que han pasado por el mundo haciendo el bien y cumpliendo con los
sacramentos y mandamientos que todos conocemos por ser miembros fieles de la
Iglesia.
REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE Y LAS EXEQUIAS CRISTIANAS
El
momento de la muerte es para todo ser humano el acontecimiento que determina el
último acto que le perfecciona, que lo acaba como persona e incide
completamente en su ser y en su relación interpersonal. El ser humano se situa
ante la muerte con una doble actitud: por una parte, la muerte es una realidad
que cierra y concluye la vida; por otra parte, es una realidad que abre otra
dimensión, en la cual nuestro "futuro" dependerá "mucho" de
como haya sido nuestra vida anterior a la muerte; ya que la muerte del
cristiano tiene una "extensión" purificadora y penal. Aquí es
donde tiene aplicación la muerte de
Cristo, "El muere por salvarnos a nosotros", por tanto, nuestra vida
en este mundo, será o no, merecedora de los méritos de Cristo, en función de
como hayamos usado nuestra vida terrenal, y nuestra fe en Cristo, la existencia
en la otra dimensión, será de "Victoria" o "Derrota". A
esta "victoria" le llamamos Gloria Eterna (la felicidad de la Pascua
del Señor).
Por esta razón, en las exequias
cristianas se hace siempre mención al misterio pascual, es decir, que los que
un día hemos sido bautizados en Cristo, pasemos también con El - en el momento
de la muerte- a esa otra "dimension" que es en la que se"
encuentra" Dios y a la que solemos llamar "Gloria Eterna",
"Vida Eterna", "Paraíso" ó "Resurrección".
Primero lo haremos con nuestra alma, la cual tendrá que purificarse de los
efectos de nuestros pecados, los cuales fueron perdonados en el sacramento de
la confesión en nuestra vida terrenal, pero la existencia de alguno sin
confesar o los efectos negativos que pudieron tener sobre nuestra alma (una
cosa es hacer una acción y otra distinta los efectos que ha tenido esa acción)
hacen que el alma necesite "limpiarse" hasta que sea capaz de poder
contemplar a "Dios cara a cara".
Y por último, nuestro cuerpo también
resucitará, al final de los tiempos, cuando Cristo vuelva de nuevo.
La celebración exequial es uno de
los momentos privilegiados del cristianismo, porque se juntan la muerte y la
resurrección; se anuncia la victoria sobre la derrota, así el cirio pascual
encendido, quiere expresar esto: la esperanza en que la vida no termina junto
al sepulcro ... Cristo venció la muerte.