José María FERNÁNDEZ-MARTOS SJ1
Los de cartas marcadas: nacidos y crecidos con cadenas
«Son los encadenados por siempre desde siempre».
(MIGUEL HERNÁNDEZ, Las cárceles)
La mayoría de los presos que conozco crecieron con las cartas marcadas. Su cautiverio empezó años antes de pisar la cárcel. Unos, por crecer en familias desestructuradas que no les enseñaron a moderar los impulsos más primarios: «¿Por qué doy puñetazos a las paredes cuando el funcionario se retrasa?»; otros, por pobreza: «Mi madre, siendo yo niña, me dejaba en el suelo atada con una cadena y se iba a trabajar. Venían las ratas y mordían mis orejas. Mire, nunca aparto el mechón de las orejas, para que no vean los trozos que faltan». Hay quien cae en prisión y empieza a liberarse. Me decía una traficante con hachís: «Cuando me cogió la policía, levanté los ojos al cielo y di gracias a Dios porque me sacaba de la espiral en que me había metido; ganar cada vez más dinero para construir más casas a mis parientes en mi país».
Sin embargo, con el primer ingreso, a «Punki» y a todos se les caen los muros encima. Retención de pertenencias. Ventana con barrotes que da a un patio de puro cemento con muros de siete metros. A lo lejos, la torre de vigilancia acristalada, con su «picoleto» paseando. Ningún campo ni pueblo a la vista. Si, en la noche, se oyen las olas del mar o el silbido de los trenes, duele más la prisión. La puerta doble –una de rejas (el «cangrejo»), y la otra de acero, con un ventanuco de 15 cms. para poder observar. La mesa y la cama fijadas al suelo. Para ducharse o pasear, horas marcadas. Veinte horas, o algo menos, de soledad en el chabolo. Así habla «Punki». «Me cogieron sin avisar a mi familia. ¿A quién llamo? ¿A mi hija de trece años? ¿Y dinero para la tarjeta? Cuando me detuvieron, «el compi se abrió» con mi bolsa y mis teléfonos. Sólo recuerdo el del hombre con el que conviví ocho años y del que no quiero saber nada, porque me maltrató. Toco el timbre. Espero. Tardan en venir. Llega la funcionaria y pregunta:
1Me piden que reflexione –¡a mí!–: ¿Sentido de la libertad para el preso?¿Cómo vivir la falta de libertad? ¿Cómo trabajar la libertad interior para no rendirse ante las dificultades y derribar los muros? Lo haré en cuatro apartados.
Sin saber por qué, se me va la cabeza al pueblo de al lado, y allí me veo en fiestas y bailando con los mozos. ¡Qué alegría! Me echo a llorar. ¿Por qué? Aquella noche, ese chico me ofreció mi primer porro. ¡Qué risa! Después otro, y otro. Me viene su nombre, su rostro. Me arrebujo más para olvidar. La fantasía me evoca los pasos que me trajeron aquí. Me levanto, tomo un papel y pinto una chica sin brazos, sin piernas, sin suelo. No sé por qué, pero ésa soy yo. Nada puedo alcanzar por mi cuenta; a ningún sitio puedo ir. La funcionaria me invita a pasear. ¿Sola? Dudo. Hace frío. «Señorita: ¿puedo quedarme?». «Sí». Elijo no salir con los escombros de mi libertad. Oigo voces por la ventana, tres chabolos más allá»: «¿Cómo te llamas? ¿De dónde te han traído? ¿Tienes tabaco? ¿Tu “marrón” es muy gordo? ¿Te gustan los hombres o las mujeres?...» Estoy asustada. En juego mi menguada libertad. Me hago la sorda. Duermo agotada del viaje y del cambio. Me caen lágrimas; veo a mi madre, que me dice llorando: «Hija mía, casi no te reconozco. Me das miedo. Vas a acabar mal». Me duermo en sus brazos.
Pregunto: ¿será buena para Punki la privación de libertad Institucional? Pienso –con muchas reservas– que la privación de libertad como sanción por el delito puede ser compatible con la obligación del Estado de salvar la dignidad de toda persona humana. Ahora bien, la Sociedad y en su nombre el Estado delinquen si no crean los medios para cumplir con otros fines de la condena: retribución, prevención especial y general y reinserción social. Tras años visitando cárceles múltiples desde 1959, las formas de privación que he contemplado, se alejan en demasiadas ocasiones de las exigencias de la mínima dignidad.
Tomemos la resocialización. ¿Quedará la Punki resocializada o más «carcelera» y marginal? Para no parecer parcial tomo la opinión del fiscal Antonio del Moral: «No supone ningún descubrimiento constatar el fracaso del sistema penitenciario como elemento de resocialización.
Ni me lo propongo ni sabría sistematizar las causas. Pero es claro que la cárcel en nuestro país, hoy por hoy, no resocializa, lo que no significa que no existan internos que sí se resocializan. [...] Es una ingenuidad acallar la conciencia social haciendo creer que la estancia en prisión tiene una virtud regeneradora por la eficacia del tratamiento »2.
La «privación de libertad», quizá válida en origen, se pervierte por atrofia, aplastamiento, humillación de la libertad que se quiere resocializar. Más aún si esas personas vienen con grandes heridas en el corazón mismo de su libertad. ¡Pedirían orfebres de la restauración!
Punki creció entre gritos, amenazas, palizas4. ¿Resocilizarla? Será en el siglo XXIV3. Algunas –políticas o etarras o del Grapo, se tragaron el brutal error de que su ideal les da derecho a pisar el de todos los que no piensen como ell@s. ¿Piden respeto a su libertad ignorando la ajena? Reeducar esas libertades es harto complejo. Pide sabiduría técnica, cariño y toneladas de paciencia. ¿Lo encuentran?
Primera liberación: aceptar acogiendo. Libera quien los quiere tal como son, por despreciable que sean sus delitos. Eso sólo es posible por un cariño más que humano. Con el Archimandrita Spiridón (no es broma), ha de «tener una caridad absolutamente excepcional»5. Cuesta mucho tratar con una mujer que ha entregado, durante años, a su propia hija al abuso sexual de su propio marido y padre de ella. Aumenta el horror si sabes que al cruzarse esa madre con su hija, en el juzgado, le echó ácido en el rostro y se lo destrozó por denunciarles. Debes «liberarte » del horror y acercarte como a todas, si buscas liberarla. Si alguien mató a su madre a hachazos, te debes «liberar» de la imagen normal del ser humano y de todos tus juicios y condenas. Ése me contaba los vericuetos de su fatídica relación con su madre: «La odié a muerte desde pequeño, pues ella quería tener a una niña y me tuvo a mí. Me maltrataba y me despreciaba. A mi hermana la trataba como una reina.
2Amigo de presos. Director del Colegio Mayor Comillas. Madrid. .
Prólogo de Antonio del Moral García al libro de Julián Carlos RÍOS y Pedro José CABRERA, Mirando al abismo. El régimen cerrado, Univ. Pontificia Comillas y Fundación SM, Madrid 2002, p. 14.
3Se giró una interna, lesbiana, de 35 años, en su «chabolo» y observé su espalda doblada y deforme: «¿Y eso?». Responde: «Mi padre era un herrero muy bestia. Cuando tenía ocho años, me tiró un martillo de hierro a la espalda y me dejó así. De rodillas, un domingo me pidió perdón porque se iba a suicidar. El jueves siguiente, lo hizo». ¿Escogió ser lesbiana o aniquiló su padre la imagen de bondad en el hombre?
4Haciendo la señal de la cruz sobre la frente, se me hundió el dedo. «Oye, ¿y esto?». «Soy atracadora. Un disparo de un madero. Se abrió el compi, me dejó sola, y me defendí disparando». ¿Edad? 16 años.
5Archimandrita SPIRIDÓN, Recuerdos de una misionero en Siberia, Sígueme, Salamanca 2003, p. 67.
Puesto de coca durante años, un día en que estaba “p’allá” me fui con el hacha adonde estaba sentada. Se escondió detrás de una cortina. Lo último que le oí fue: “¿Vas a matar a tu madre?”».
Segundo paso: liberar del estigma de ser un delincuente: oír decir a un intern@ «Me han caído quince años de condena» te hace preguntarte: «Qué habrá hecho?». «Quince años» alude a sangre de por medio o acumulación de delitos. Si el otro se adelanta a decir: «Chema, es que soy atracador de bancos desde los 18», habrá que espantar las imágenes de atracadores de tu memoria y el «estigma» de la tal «profesión». El atracador –«desviación social»– rompe tu sistema social y tus estándares morales. El «atracador» no es un mero «infractor» que comete un acto desviado aislado. Ejerce la desviación como hábito: es el resultado final de un largo proceso, posee un carácter, un rol y un calificativo público, un modo de estar en el mundo. ¿Puedes ayudarle a liberarle de ese estigma y de ese modo de vivir? Larga tarea, pero posible.
Tercero: cuidar tu actitud. La cartera con el tabaco, libros y caramelos a repartir ese día en la cárcel, la puedes cerrar recelosamente tras su confesión o pedirle colaboración para repartir con los «carros» (bolsas que cuelgan de los «chabolos» para intercambiar cosas y mensajes).
Si le pides que «te eche una mano» para repartir y mantienes tu cartera abierta y con tabaco, empieza a hacer algo que le saca de su papel aprendido y de su estigma... Más tarde aprenderás cómo ha entrado en ese modo de vivir y cómo, antes de hacerse «atracador», sufrió muchos «atracos» en los hábitos más elementales del vivir: cariño familiar, trabajo, estudio...
Cuarto: dejar que te enseñen. Los lisiados por el pasado dan muchas lecciones de libertad6. Tomo algo que me pasma y me avergüenza: enorme capacidad de aguante. Hoy día –palabra espantosa – le llaman «resiliencia». Conocí a... digamos Icíar. Hace de todo. Toca la guitarra, se viste de estatua de «La Libertad» (¡oh, sorpresa!) para comer y repartir caramelos a los niños, recorrió media España en bicicleta; tiene guía de soportales «para dormir». ¡No se queja de nada y lleva los contratiempos con una fuerza increíble! Si le regalo algo, rápido lo comparte. Si le digo: «Era para ti». Me dice: «Tú harías lo mismo».
6«El carcelero los cogió a aquellas horas, les lavó las heridas y se bautizó enseguida con los suyos; luego los subió a su casa, les preparó la mesa y celebraron una fiesta por haber creído en Dios» (Hch 16,33-34).
Quinto: hacer algo útil (coser, estudiar, pintar...). ¡Hay monjas ocupadoras increíbles! En España estudian formación reglada el 27% de los internos. La mayoría (17,2%), formación básica. Presos sin estudios son el 8%. Hay 1.300 matriculados en la UNED. En 2008, siete obtuvieron el título. Sabemos que fracaso escolar y falta de formación se correlacionan con delincuencia. La redención de penas por el estudio desapareció en 1995, pero facilita permisos y adelanta la libertad condicional. Algunos aprenden a leer y a escribir. Para muy pocos, una carrera. Para todos, volcar su libertad en el propio desarrollo.
Sexto: ayudar a que ayuden. A una del comando Nafarroa que le cayeron más de mil años y que se reponía de sus heridas en la entonces cárcel política de Carabanchel, le pregunté: «¿Se te ocurre algo que te gustaría hacer mientras dura tu convalecencia?». Me dijo: «Me gustaría hacer punto; me enseñó mi abuela». Le llevé lanas y modelos. Me hizo un jersey espléndido, precioso y gordo. Lo pienso usar... si voy al Ártico... ¡Con qué amor me tomaba medidas!
Séptimo: Enseñarle sus derechos, como magistralmente hace Julián Ríos7.
Octavo. Encontrarse con Dios libera. Silvio Pellico, en Mis prisiones, cuenta cómo, en los diez años preso en Spielberg, su decisión de declararse «cristiano en lo venidero» cambió su vida. Ya no se permitió el «menor murmullo contra los jueces», sino que intentó hallar palabras consoladoras para sus semejantes. Reconquistó en la fe la serenidad de su alma. Todos los domingos oigo cinco o seis confesiones recias en la cárcel. ¡Cuánto peso y cuánta liberación para quien descarga en Dios sus culpas...!8
«El Belar» murió de sida, con 29 años, en el Hospital San Carlos. Ganó libertad cuando le asignamos la misión de animar los viajes de las presas del Psiquiátrico de Yeserías. Colocábamos su carrito junto al chófer, y allí cantaba y contaba cosas pintorescas. Un día, en la Eucaristía, tocó leer las Bienaventuranzas. Asistía respetuoso, pero no comulgaba, porque no había hecho la primera comunión. Tuve la homilía y, al dar la comunión, llegué a él –campa de Sonsoles (Ávila)– y me detuvo: «Padre José María, hoy me da a mí la comunión porque “ese” –y señaló la forma que yo sostenía enfrente de él– piensa como yo».
7Julián C. RÍOS, Manual de ejecución penitenciaria, Cáritas, Madrid 2001.
8Experiencia impagable: ver posarse la misericordia de Dios en un corazón que viene de muy lejos
Primera comunión inolvidable... y última también, porque al poco moría. Fue ensanchando su libertad espiritual según disminuía la física. Quería cartones de tabaco para repartirlos a los otros enfermos, para darse el gusto de «morir haciendo algo bueno».
«Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma»
(MIGUEL HERNÁNDEZ, Las cárceles)9
A los verdaderamente libres, no hay cadenas que los aten del todo. Traigo algunos «presos indómitos». En mi Biblia tengo la foto de uno de ellos. Desconocido: Osman Kazazi, líder albanés que aguantó 42 años en la cárcel por su rechazo del marxismo. No tenía ni cama ni colchón, ni un pedazo de madera, ni nada para cubrirse. En las noches del crudo invierno bajo cero, se acostaba con la cabeza sobre un zueco, los pies sobre otro zueco, y el trasero sobre un libro. Así evita el frío suelo de un cemento.
Fray Luis de León, preso bajo la Inquisición en tiempos de Felipe II (1572). Su delito: traducir el Cantar de los Cantares, contra la prohibición del Concilio de Trento de poner en romance la Biblia. Libre él, se atrevió a decir que la Vulgata de San Jerónimo tenía muchas erratas. Para colmo, era de linaje converso. Fue apartado de su cátedra y encarcelado en Valladolid cinco años. En 1576 regresó a su cátedra con su famoso «decíamos ayer...». En Los nombres de Cristo siguió denunciando libremente los excesos de la Inquisición. Uno de los mejores poetas líricos del Renacimiento, no se andaba con poesía a la hora de arrostrar males en su lucha contra la intolerancia. Miguel de Cervantes aprendió en sus cinco años de cautiverio, a «tener paciencia en las adversidades». En 1575, al volver a España, cae en manos de corsarios turcos con su hermano Rodrigo. Llevado a Argel como esclavo, al encontrarle cartas de recomendación de Don Juan de Austria, piden 500 escudos de oro por su liberación. Amante de su libertad, intentó cuatro escapadas, y otras tantas veces le aprehendieron. Capturado, usaba su menguada libertad, asumió la responsabilidad del intento y prefirió la tortura a la delación. Su madre consiguió dinero para liberar a un hijo: «escogió» seguir preso y liberar a su hermano. Otro intento de huida, y cinco meses de cadenas y 2.000 azotes perdonados por la defensa de sus compañeros. Fray Juan Gil lo liberó por 500 denarios, cuando zarpaba con «dos cadenas y un grillo» para Constantinopla. Se dice que el Quijote lo escribió en la cárcel...
9M. HERNÁNDEZ, Obra poética completa, Ed. Zero, Bilbao 1976, p. 363.
Nelson Mandela pretendió equiparar a negros y blancos: 28 años de cárcel y, después, cadena perpetua. Considerado peligroso criminal, rechazó la libertad que le ofrecían a cambio de pactar. Sólo aceptó ser libre si lo eran sus hermanos negros, con la eliminación del apartheid. Es lo que había soñado cuando, en 1964, se defendió ante la Corte Suprema: «Toda mi vida me he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He peleado contra la dominación blanca y he peleado contra la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero poder vivir para ver realiza do. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy preparado para morir»10.
Viktor E. Frankl11, deportado en 1942 y liberado en 1945. Su esposa y sus padres mueren en el campo de concentración. Ya libre, escribió El hombre en busca de sentido, donde expone que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre encuentra una razón para vivir, basada en su dimensión espiritual. De aquí nace la Logoterapia, apoyada en tres ejes: 1: Libertad de la voluntad para tomar las propias decisiones y escoger su destino. 2: Voluntad de sentido frente a todo determinismo. 3: Sentido de vida, que no se pierde bajo ninguna circunstancia. La terapia descubre lo que da sentido a la persona, desmonta actitudes dañinas y descubre otras nuevas.
Es clave descubrir la presencia ignorada de Dios, que no es un refugio. No hay nada más enfermizo que una vida incoherente. La fuerza de la decisión radica en la propia existencia y es irrenunciable, pues carga con todo lo que fuimos, somos y seremos.
10. Otro preso que llegó a Presidente de su país fue Vaclav Havel: opuesto a la invasión soviética de Checoslovaquia, fue encarcelado. Más tarde, presidente de la República y primer presidente de Chequia. Escribe a su mujer: «Otra carta tuya, pero no me la entregarían, porque contenía salutaciones de... conocidos... Tampoco las fotos. Lástima... Es la tercera vez»; «las cartas son lo único que uno tiene aquí, las lee diez veces, les da mil vueltas, y cada detalle le llena de ilusión o le atormenta»; «por primera vez he llorado desde 1977; ...me retorcía de dolor y me negaron poder acostarme después del trabajo». Havel no dejó encadenar la parte desde la cual buscaba sentido: «Aquí las cosas y las personas se revelan en su verdadera sustancia. Desaparece la mentira y la hipocresía »; Havel, agnóstico, carece de la discreta presencia de Dios: «Se abre ante mí el abismo de lo infinito, de lo inseguro, de lo misterioso. Ya no hay tierra firme que pisar; el próximo paso conducirá inevitablemente al vacío, al precipicio».
11Viktor E. FRANKL, La voluntad de sentido, Herder, Barcelona 1988
Entre Havel, agnóstico, y Frankl, creyente, la fe. La cárcel sin fe es doble cárcel. ¡Qué diferencia entre las latinoamericanas –naturalmente creyentes– y las españolas, de fe destrozada por el ateísmo dominante! Veamos esto en insignes creyentes encarcelados.
«Atado está a una columna,
hecho retrato de Cristo,
de la cabeza a los pies
en su misma sangre tinto».
(M. DE CERVANTES, Los baños de Argel)12
Pablo y las cadenas que él teme. Sus cartas desde la cárcel (Efesios, Filipenses, Colosenses, Segunda a Timoteo y Filemón) impresionan por la total ausencia de queja sobre sus miserables condiciones. Por lo visto, no había ninguna humedad, ningún maltrato, ningún ratón, ningún lecho duro, ninguna cadena. Agradece las visitas: «Me ha dado tantas veces aliento y no se ha avergonzado de que esté en la cárcel; al contrario, al llegar a Roma me buscó sin descanso hasta dar conmigo» (2 Tm 1,16-17). Está preso por ser seguidor de su amigo Jesús. No pide que envíen ropa, sino oraciones, para que «el Señor Jesús nos dé ocasión de predicar y exponer el secreto del Mesías, por el que estoy en la cárcel» (Col 4,3-4).
Allí gestó textos que alimentan al pueblo de Dios por los siglos, y también
discípulos: «te ruego en favor de este hijo mío, Onésimo, al que engendré
en la cárcel» (Flm 1,10). Lo que para él es duro puede alentar a otros: «esto que me ocurre más bien ha favorecido el avance de la buena noticia, pues... ven claro que estoy en la cárcel por ser cristiano, y la mayoría de los hermanos, alentados por mi prisión a confiar en el Señor, se atreven mucho más a exponer el mensaje sin miedo» (Flp 1,12-14). Desde la miseria de su encarcelamiento anima a estar «alegres, como cristianos» (Flp 3,1). Y exclama «¡Bendito sea Dios, porque le ha bendecido con toda bendición del Espíritu!» (Ef 1,3). Pablo teme las cadenas del miedo: «liberar a... los que, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Heb 3,15); las cadenas de la «carne» que afligen a los «llamados a la libertad» (Ga 5,13); de las cadenas de la Ley que impide vivir como hijo en la casa del Padre (Ga ,5); de las cadenas las del infantilismo que esclaviza a «lo elemental del mundo» (Ga 4, 3).
12Miguel de CERVANTES, Los baños de Argel, p. 132.
Boecio (480-524) Su obra más famosa es De consolatione Philosophiae, diálogo con la Filosofía para aclarar por qué los malvados triunfan y los justos no. Aprende que la felicidad consiste en el desprecio de los bienes del mundo y en la posesión del bien imperecedero. Fue compuesta en la cárcel un año antes de ser ejecutado con 44 años Sin citar la Escritura ni a Jesucristo, es obra cristiana. Busca consuelo, luz y sabiduría para distinguir los bienes aparentes –que desaparecen en la cárcel– de los verdaderos, que duran en ella. El bien más elevado es Dios, después la amistad verdadera y la belleza. El final del De Consolatione impresiona: «Luchad, por tanto, contra los vicios; dedicaos a una vida de virtud orientada por la esperanza que eleva el corazón hasta alcanzar el cielo con las oraciones alimentadas de humildad.
La imposición que habéis sufrido puede mudarse, si os negáis a mentir, en la ventaja enorme de tener siempre ante los ojos al juez supremo que ve y que sabe cómo son realmente las cosas» (Libro V, 6: PL 63, col. 862).
Decía de él Benedicto XVI (2008): «torturado hasta la muerte por el único motivo de sus propias convicciones políticas y religiosas, Boecio es símbolo de un número inmenso de detenidos injustamente en todos los tiempos y en todas las latitudes; es, de hecho, una puerta objetiva para entrar en la contemplación del misterioso Crucifijo del Gólgota».
Dietrich Bonhoeffer, dos años preso. En sus cartas se respira libertad. Expresa sin miedo cuanto vive, siente y piensa. Encadenado, traza la «estaciones en el camino hacia la libertad»13 como regalo a un amigo. Primera etapa, disciplina: «Nadie sondea el misterio de la libertad, a no ser por la disciplina». La segunda, la acción: «No hay que flotar en lo posible, sino emprender con valor lo real». La tercera, el sufrimiento: «¡Maravillosa transformación! Tus manos fuertes, activas, atadas están. Impotente..., ves el fin de tus actos. Mas tomas aliento y, tranquilo y confiado, entregas lo justo a manos más fuertes y quedas aliviado». La cuarta, la muerte: «Ven ya, fiesta suprema en el camino hacia la suprema libertad; muerte, abate las molestas cadenas y murallas de nuestro cuerpo mortal [...]. Libertad: te hemos buscado largo tiempo en la disciplina, la acción y el sufrimiento. Moribundos ya, te reconocemos en la faz de Dios».
13. D. BONHOEFFER, Resistencia y sumisión, Ariel, Barcelona 1969, pp. 216-217.
Escribe a sus padres sin «cerillas, ropa interior y toalla», pero «todo lo demás es maravilloso». «Me he dado cuenta de lo poco que (se) necesita para subsistir». Se vive rodeado de Poderes bienhechores, y «esperamos confiados lo que venga. Dios está con nosotros mañana y noche y en cada nuevo día». Esta fuerza interior brilla en ¿Quién soy?: «¿Quién soy? Me dicen a menudo / que salgo de mi celda / sereno, risueño y firme, / como un noble de su palacio. / ¿Quién soy? Me dicen a menudo / que hablo con los carceleros / libre, amistosa y francamente, / como si mandase yo / ¿Quién soy? Me dicen también / que soporto los días de infortunio / con indiferencia, sonrisa y orgullo, / como alguien acostumbrado a vencer»14...
F.J.Nguyen Van Thuan15, obispo, encarcelado 13 años en Hanoi, que al final de su cautiverio saca las notas escritas en la cárcel, a las que denomina «gotas de agua fresca que el Señor ha dejado caer para revitalizarme durante la dilatada peregrinación por el desierto»16. Escribe en Testigos de esperanza17: «Lo he experimentado en la cárcel.
Cuando vivía momentos de sufrimiento extremo físico y moral, pensaba en Jesús crucificado. A los ojos humanos, su vida es derrota, decepción, fracaso. Confinado a la inmovilidad más absoluta, ya no puede dialogar con las personas, curar a los enfermos, enseñar... Pero a los ojos de Dios, ese momento es el más importante, porque es allí donde él ha derramado su sangre por la salvación de la humanidad».
Etty Hillesum18: rompe sus cadenas descubriendo su misión desde Dios. En una cárcel de miserias y necesidades (Auschwitz) se pueden hacer mil cosas buenas. Escojo algunos textos de El corazón pensante de los barracones: «¡Dios mío, confías a mi custodia tantas cosas pre ciosas! Esperemos que tenga buen cuidado de ellas y que las administre con discernimiento» (4-10-42); «son tiempos de terror... Voy a ayudarte, Dios mío, a no pararte en mí... No eres tú quien puede ayudarnos, sino nosotros quienes podemos ayudarte a ti» (12-7-42); «Me has enriquecido tanto... Permíteme también dar a manos llenas. [...].
14 Ibid., pp. 210-211, 240-241.
15F.X. NGUYEN VAN THUAN, Oraciones de esperanza. Desde la cárcel vietnamita. Monte Carmelo, Burgos 2002.
16F.X. VAN THUAN, op. cit., p. 9.
17F.X. NGUYEN VAN THUAN, Testigos de esperanza, Ciudad Nueva, Madrid 2000, p. 226.
18Etty Hillesum Un itinerario espiritual: Amsterdam 1941–Auschwitz 1943, Sal Terrae, Santander 2000; El corazón pensante de los barracones. Cartas, Anthropos, Barcelona 2001.
Lágrimas de gratitud inundan mi rostro» (6-9-43); «Quisiera estar presente en todos los campos de que está cubierta Europa,» (3-10-42); «Al atravesar hoy estos pasillos abarrotados, he sido presa de un impulso repentino: he sentido deseos de arrodillarme en el suelo en medio de la gente. Es el único gesto de dignidad humana que nos queda en esta época terrible: arrodillarnos ante Dios» (23-7-42); «el menor átomo de odio que añadimos a este mundo nos lo hace más inhóspito» (23-9-42); «he sufrido mil muertes en mil campos de concentración... Y, sin embargo, encuentro esta vida hermosa y llena de sentido» (29-6-42); «Las amenazas exteriores se agravan sin cesar, el terror crece de día en día... Yo me refugio en la oración..., y salgo de ella más concentrada, más fuerte, más unificada» (26-6-42).
En su cumbre, escribe: «He roto mi cuerpo como el pan y lo he repartido entre los hombres, pues estaban hambrientos y venían de largas privaciones». En su último viaje a Auschwitz dejó caer sobre la vía, por las rendijas del vagón, papelitos escritos a lápiz: «Christien: Abro la Biblia al azar y me encuentro con esto: el Señor es mi Cámara Alta19.
Estoy sentada sobre mi mochila, en medio de un vagón de mercancías abarrotado. Papá, mamá y Mischa van algunos vagones más lejos.... Hemos abandonado el campo cantando, papá y mamá con mucha calma y valor...»20.
Y nosotros, paseando por la calle:
con alguna libertad de sutiles cadenas
«Del hombre el alma está a la carne atada, y así en su ser mejor,
pero no maniatada; que nunca una pradera se siente encarcelada
bajo un arco iris; ni el hombre por sus huesos al ser resucitados».
(G.M. HOPKINS, La alondra enjaulada)21
Libertad es lo muy poco que podemos hacer de nosotros con lo mucho que otros ya esculpieron en nosotros. No es un todo compacto que se posee o no. Somos libres en áreas, pero atados –sutilmente– en otras muchas. Hay quien sale, entra, viaja, cambia de lugar, de pareja... y en todos esos escenarios le apresa el «qué dirán».
19 La cita de de Etty no es literal; es posible que sea el salmo 17 (18): «El Señor es mi roca y mi baluarte».
20. En ese tren viajaban 987 personas. De los judíos, sólo sobrevivieron ocho.
21Gerard M. HOPKINS, Antología Bilingüe, Trad.: Manuel Linares, Sevilla 1978,p. 163.
Hay quien trabaja frenético para hacer un día lo que quiera y está preso del furor de ganar dinero. Juego, bebida, comodidad, cobardía... son cadenas. La libertad es tierra prometida, siempre más allá, «cuando desterremos de nosotros los cepos, empezará a brillar nuestra luz» (Is 58,9.10). Hay quien cree campar y manipular a su antojo; Dios los desvela: «pensaban los malvados que controlaban a la nación santa, mientras yacían prisioneros de las tinieblas, en el calabozo de una larga noche» (Sab 17,2). La libertad verdadera es temida22.
Romper sus cadenas es romper las propias: «El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos... Entonces romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana...; pedirás auxilio, y te dirá: “Aquí estoy”. Cuando destierres de ti los cepos, ...brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía» (Is, 58,6-10)
22 E. FROMM, El miedo a la libertad, Paidós, Barcelona 199821.
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