miércoles, 21 de octubre de 2009

Pastoral Penitenciaria. Sal Terrae Octubre 2009-I


PRESENTACIÓN 
LOS PRESOS 


A muchas personas en nuestra sociedad (investigadores, agentes sociales, gestores, funcionarios, jueces, abogados, políticos...) les afecta e interesa la vida de los presos y las presas y el siempre complejo mundo de las prisiones. A otras personas en nuestra sociedad (familiares y amigos de víctimas y agresores, voluntarios, agentes de pastoral...) también les afecta, muchas veces muy de cerca, la mencionada realidad. 
Todas ellas podrían conocen bien y de primera mano que la mayoría de las personas encarceladas poseen poca cultura y escasos recursos humanos, sociales y económicos; que prácticamente la mitad de ellas han estado, en mayor o menor medida, enfangadas en el mundo de la droga; y que, como señala la segunda colaboración de este número de Sal Terrae, la mayoría de ellas «crecieron con las cartas marcadas, pues su cautiverio empezó años antes de pisar la cárcel». 


Los datos más recientes indican que España cuenta en la actualidad con un alto número de reclusos y reclusas (76.000). Como se acaba de señalar, son personas con un pasado particularmente oscuro y difícil y cuya vida presente está caracterizada y marcada frecuentemente por el miedo, la violencia, la soledad, la impotencia, la esterilidad, la falta de autonomía. Y, sobre todo, por la falta de libertad, una de las pérdidas más dramáticas para los seres humanos. 


Es precisamente en este marco de referencia anteriormente descrito en el que encajan las cuatro colaboraciones del número de octubre de 2009 de Sal Terrae. 


«La cárcel sumerge a muchos sumergidos». La frase es de Juan Carlos Ríos, quien en su colaboración pretende reflexionar críticamente sobre el sistema penal español en el marco del estado social establecido por la Constitución española. En un primer momento, el autor recuerda y resalta 
la compleja relación que existe entre víctima, infractor e imposición de una pena. Posteriormente, posibilita a los lectores y lectoras de la revista «entrar» en las prisiones desde esta doble perspectiva: instituciones resocializadoras e instituciones despersonalizadoras. 


«Libertad es lo muy poco que podemos hacer de nosotros con lo mucho que otros ya esculpieron en nosotros»: así concluye José María Fernández-Martos su artículo sobre el sentido de la libertad en la vida de los presos y las presas: ¿cómo la entienden?; ¿de qué manera viven su carencia?; ¿cómo trabajan la libertad interior? El autor articula su reflexión a través de la vida de presos y presas de nuestros días; igualmente a través de «presos y presas ilustres» (San Pablo, Miguel de Cervantes, Victor Frankl, etc.), cuyo testimonio escrito sigue generando tanto interés en muchas personas de nuestra sociedad. 


Muy al principio se la denominó «pastoral carcelaria»; hoy se la conoce como «pastoral penitenciaria». Ésta busca, sin embargo, una nueva denominación que exprese mejor su naturaleza y misión en relación con sus destinatarios: delincuentes y víctimas. Tras presentar las connotaciones de la pastoral penitenciaria y el perfil personal y la tipología delictiva de sus destinatarios, José Sesma dedica varias páginas a las preocupaciones y ocupaciones de la pastoral penitenciaria, tanto en la prisión como en la «postprisión»: aumento de la población penitenciaria, indefensión, los penados extranjeros, los enfermos mentales, la «muerte social», etc. 


Muchas de las personas que han tenido contacto con presos y presas lo han repetido en más de una ocasión: son conmovedores e interpeladores los testimonios orales y escritos de los reclusos y las reclusas. 
Una de ellas, que conoce y trata muy de cerca a unos y otras y cuya identidad mantenemos en el anonimato, nos acerca precisamente a esas vidas frágiles, rotas, trágicas y dramáticas, a través de la multitud de cartas que sus amigas encarceladas le han escrito en los últimos años. 
Se trata de fragmentos epistolares sobre la propia vida de las reclusas antes de estar en la cárcel, mientras estaban en ella y cuando quedaron en libertad. Son «voces contra el muro» en la «fábrica del llanto y en el telar de la lágrima»; son, probablemente, el mejor y más cualificado testimonio sobre esa cárcel que «sumerge a muchos sumergidos». 




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