EXPERIENCIA Y RECUERDOS DE UN CATEQUISTA DE CONFIRMACIÓN
No recuerdo quien dijo: “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”. Son sin duda sabias palabras que seguramente habrán sido pronunciadas por Séneca o Aristóteles. ¿A qué viene esto? -os preguntaréis-. Pues viene a que no sabía muy bien como empezar a contaros que el viernes día 8 celebramos en nuestra Parroquia de San Cristovo das Viñas -A Coruña- el sacramento de la Confirmación en el que participaron doce jóvenes (7 chicos y 5 chicas) del barrio. El barrio de Elviña, es una zona con mucha vivienda social y por tanto un lugar que se va deshaciendo, poco a poco, de problemas de convivencia a medida en que la zona va siendo urbanizada, tanto con viviendas como con infraestructuras que llevan a la integración. Por eso, para nosotros, es especialmente grato e importante el número de confirmados, pues somos una iglesia de barrio unida a lo rural.
La buena labor de nuestro párroco, hombre joven, entregado a la labor, disponible y actuando siempre como un verdadero cristiano; ha hecho que este acto se desarrollara de forma muy grata.
En representación del Arzobispo, nos acompañó su representante, el vicario D. José Luís que es otra persona que empatiza con todas las generaciones pues es hombre de sabias palabras, homilías sencillas que llegan al corazón de todos por su claridad y actualidad.
Pero hablemos de los jóvenes confirmados que al fin y al cabo, ellos eran los protagonistas. En primer lugar quisiera compartir con vosotros la gran riqueza que han dejado en mí, estos jóvenes durante los dos años que nos hemos reunido una vez a la semana. El primer año no fue fácil hacer que formaran grupo. A pesar de las dinámicas y facilidad para que incluso eligieran, de vez en cuando, los temas, no acababan de relacionarse como un grupo que comparte, participa y muestra interés. Muchas veces marchaba a mi casa pensando que ni siquiera me habían oído, mucho menos escuchado. Sin embargo nada más lejos de la realidad, pues ocurría que en cualquier momento me daban respuestas basadas en lo que habíamos hablado, precisamente el día que menos creía que me escuchaban. El segundo año el grupo se fusionó más y, una vez finalizada nuestra reunión, pasaban bastante tiempo juntos charlando amenamente.
Cuando empieza la preparación yo suelo preguntarles por qué vienen. La mayoría de las respuestas son “por si lo necesito para casarse” o dicen no saber el por qué. Yo les respondo que no lo hagan por eso pero que sea por lo que sea, que no es, de momento, importante el motivo. Siempre tengo la sensación de que van a salir todos en estampida y no volver a la semana siguiente. Mi sorpresa siempre es la misma y mayor, pues en ocasiones acaban trayendo a otros que no pensaban hacerlo.
Los jóvenes están ciertamente desnortados y es asombroso observar como les agrada oír hablar del amor, de la convivencia en armonía y como tratan de rebatir alegando los problemas de convivencia de su colegio. Sin embargo quieren escuchar y cuando les dices que si ellos cambian, cambiará el mundo, quedan como diciendo este es un ingenuo, pero en el fono ellos quieren y creen que es posible. Cuando les dices que si quieren ser felices sólo depende de ellos, dudan pero les gusta sentir que pueden lograrlo. Cuando les dices hay que hacer el bien y buscar al difícil, se revelan y a la semana siguiente te cuentan que se han acercado a aquel personaje tan rebelde. Y uno sólo puede decir: valió la pena.
Os diré, para no extenderme más que, finalizada la preparación, mi alegría ha sido que me dijeron si no podríamos seguir reuniéndonos el próximo curso. Yo no lo merezco pues yo no he puesto nada, sólo Él pudo hacerlo. Gracias y perdón por mi apropiación.
Jesús Peón
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