¿SABES
QUIÉN ERA SAN
MARTÍN
DE TOURS?
UNO DE LOS SANTOS MÁS POPULARES DE EUROPA
Elegido obispo de Tours en el
año 371,
difundió el cristianismo en toda la Galia occidental.
difundió el cristianismo en toda la Galia occidental.
El obispado de Martín iba a constituir todo un programa de renovación pastoral, reuniendo los tres tipos de santidad entonces conocidos: el de los ascetas, que encarnó en su austeridad y penitencia; el de los pontífices, como obispo de Tours, y el de los misioneros, por la actividad que como tal desarrolló. |
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Se celebra su fiesta el 11 noviembre. |
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BENEDICTO XVI SOBRE SAN MARTÍN DE TOURS |
VIDA
Obispo de Tours. Célebre santo del siglo IV, cuyo
culto se extendió extraordinariamente por toda Europa. Nació en
Szombathely (Panonia, actual Hungría) el año 316, si se acepta
la cronología recientemente defendida por Griffe, que es la que
seguiremos.
Parece ser que se encontraba allí su padre, de
guarnición, pues era tribuno militar. La educación la recibió, sin
embargo, en Pavía. A los 15 años (331) entró en la carrera militar, sirviendo
en la guardia imperial de a caballo.
Durante este tiempo, siendo aún catecúmeno, ocurrió en Amiens el
conocido episodio de la limosna de la mitad de su capa entregada a un
pobre; aquel pobre se le apareció en sueños, en figura
de Jesucristo, cubierto de la media capa. También se nos
cuenta, para ponderar su caridad, el hecho de que limpiara el
calzado al esclavo que le servía de ordenanza.
San Martín de Tours rompe su capa para darle parte a un pobre. |
Preparado así por la práctica de la caridad, recibe el año 334
el bautismo, sin tener todavía una situación definitiva en la
milicia.
Ingresa en ésta definitivamente el año 336 y persevera en ella
20 años hasta que en 356 se separa del ejército.
Siendo oficial de la guardia imperial Martín debió de acompañar al césar
Juliano cuando, en diciembre 355, dejó Milán para acudir a las
Galias.
El joven príncipe pasa en Vienne toda la primera parte del año 356, ya
que hasta el 24 de junio no le encontramos en Autun, en camino
hacia la frontera del Rhin.
Durante su estancia en Vienne o en su región, se interesa por el Concilio
de Beziers, en el que el obispo de Poitiers, S. Hilario, mostraba una
fiera independencia frente a la facción arriana, lo que provocó
por parte del emperador Constancio una sentencia de exilio.
Si, como parece seguro, el Concilio de Beziers se celebró en la
primavera del 356, se explica bien que Martín oyese hablar de S.
Hilario y admirase, como testifica Sulpicio Severo, su
celo de defensor de la ortodoxia.
Juliano está en Worms en el verano del 356 y allí
obtiene Martín su separación del ejército. Marcha a Oriente, visita su
tierra natal, donde logra convertir a su madre, y regresa
después a Milán, donde hace un ensayo de vida monástica cerca de la
ciudad hasta que el obispo arriano le expulsa.
Durante algún tiempo se refugia en un islote de la costa ligur
con un sacerdote, y allí le llega la noticia de que S.
Hilario ha vuelto a Poitiers, terminado su exilio. Inmediatamente
corre a su lado. Pero en Milán y en la isla ha tomado gusto a
la vida monástica.
Por eso, apoyado por S. Hilario, funda un monasterio en Ligué,
realizando así su más hondo deseo porque, como se ha dicho con mucha
razón, «S. Martín fue soldado por fuerza, obispo por obligación,
monje por gusto».
Pero aquella vida tranquila, al margen de los afanes del cuidado
pastoral y de las querellas teológicas, iba a durar poco tiempo.
Las gentes se fijan cada vez más en aquella figura
extraordinaria. La sede de Tours estaba vacante. Con el
pretexto de curar a un enfermo se le hizo venir a la ciudad y una vez
allí, un 4 de julio, no se sabe con exactitud si del año 370 ó
371, fue consagrado obispo.
San Martín de Tours
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El episcopado galo-romano había cedido en aquellos tiempos al espíritu
del mundo. La figura de Martín iba a suponer un contraste
profundo con los demás obispos.
Para acentuar más la concepción que él tenía del episcopado, uno de sus
primeros actos fue fundar el monasterio de Marmoutiers, junto a
su ciudad episcopal, monasterio que pasaría a constituir un
auténtico semillero de obispos y sacerdotes reformadores en
medio del relajado clero de las Galias de entonces.
El obispado de Martín iba a constituir todo un programa de
renovación pastoral, reuniendo los tres tipos de
santidad entonces conocidos: el de los ascetas, que encarnó en
su austeridad y penitencia; el de los pontífices, como
obispo de Tours, y el de los misioneros, por la
actividad que como tal desarrolló.
Frente a los restos del paganismo, todavía vivientes, Martín adoptó una actitud
extraordinariamente dinámica y combativa. Llegaba al pueblo,
rodeado de sus discípulos, convocaba a la multitud y, uniendo a
la persuasión la autoridad, conseguía la demolición del templo pagano y
el derribo de los árboles sagrados.
Su atractivo personal debía de ser extraordinario, como
lo demuestra este ascendiente sobre las masas paganas,
no menos que el que ejerció sobre personalidades tan fuertes
como S. Paulino de Nola, Sulpicio Severo y otros personajes de su
época.
Un episodio habría de ocasionarle grandes remordimientos
y aumentar al mismo tiempo su celebridad: Martín
logró salvar la vida al hereje Prisciliano y sus seguidores,
condenados a muerte por el Emperador. Con ello, a Martín se le consideró
en cierto modo responsable del posterior desarrollo de la
herejía priscilianista.
Sin embargo, su interés por Prisciliano fue evidentemente fruto
de su caridad y de su tesis de que no es la violencia
el mejor medio de combatir las herejías. Tanta firmeza no podía
menos de acarrearle enemistades. Se hizo una gran campaña
contra él, que iba desde acusarle de hipócrita hasta señalarle
como contagiado de priscilianismo.
Los obispos salidos de su escuela van siendo relegados, los concilios se
reducen a estériles querellas de precedencia y la obra del
santo es ridiculizada y criticada.
Él se retira a su diócesis y prosigue allí su tarea pastoral hasta que muere
en torno al año 397 (el 8 noviembre).
La narración de unas palabras suyas pronunciadas en Candes, pueblecito
en la confluencia de los ríos Vienne y Loira, constituye una de
las más bellas páginas de la literatura cristiana, que con
justos méritos ha pasado a las lecciones y aun a los responsorios del
Breviario el día de su fiesta: «Señor, si aún soy necesario
-decía, respondiendo a sus discípulos que le pedían que siguiera
viviendo-, no rehúso el trabajo. Que tu voluntad se realice
plenamente».« ¡Oh, feliz varón, comenta la liturgia,
que ni temió morir ni rehusó la vida! ».
DEVOCIÓN
San Martín de Tours |
La explosión de entusiasmo y veneración que tras su
muerte se produjo fue impresionante.
El pueblo le proclamó como santo. Pronto se elevó una
modesta capilla sobre su tumba, que S. Perpetuo,
sucesor suyo en Tours, transformó en importante basílica.
Excavaciones realizadas en 1952-1953 dieron resultados interesantes
sobre aquel conjunto arqueológico:
restos de una pequeña villa galo-romana, desaparecida probablemente en
275, y un segundo monumento, de fines del siglo IV, de estructura
absolutamente singular, por su inmenso ábside casi semicircular, de 32
metros de diámetro. Es una manifestación más del culto que se le
tributó, constituyendo uno de los más frecuentados lugares de
peregrinación.
La Vida que de él escribió Sulpicio Severo,
bien directamente, bien a través de las versiones métricas de Paulino de
Périgueux y de Venancio Fortunato, tuvo una resonancia inmensa,
así como los cuatro libros que su sucesor S. Gregorio de Tours (muerte
594) dedicó a contar sus milagros.
Por eso son millares los pueblos que llevan su
nombre, las iglesias que le tienen por titular e incontables las
manifestaciones artísticas a que ha dado lugar: leyendas,
lírica, escultura, pintura, etc.
En 1912 su figura se hizo polémica, con la publicación
en París por E. Ch. Babut de un libro defendiendo que Martín y su
biógrafo eran unos oscuros representantes de un clan sospechoso de
priscilianismo. La erudición era grande, y el libro tuvo cierta
resonancia hasta que el P. Delhaye, primera figura científica entre los
Bolandistas, lo refutó de manera incontrovertible.
LAMBERTO DE ECHEVERRÍA.
BIBL.: «Bibliotheca Hagiographica Latina», n. 5617-5666, 825-830; AIGRAIN, L'Hagiographie, París 1953, 19,159,162,165-166,182,232, 237,271,298-299,302-303,349-358 y 375; J. M. RESSE, Le tombeauMARTINEZ CAMPOS, ARSENIO - MARTINEZ DE IRALA, DOMINGOde Saint Martin á Tours, París 1922; P. MONCEAUX, Saint Martin de Tours. Récits de Sulpice Sévére mis en /ranpais avec une introduction, París 1927; H. DELEHAYE, St. Martín et Sulpice Sévére, Bruselas 1920. Para la cronología es decisivo el estudio de E. GRIFFE, Le chronologie des années de jeunesse de saint Martin, «Bulletin de littérature ecclésiastique» (1961) 114-118 y «L'ami du clergé» 71 (1961) 642-650; 1. LAHACHE y M. LISERANI, Martino de Tours, en Bibl. Sanct. 8,1248-1291
BIBL.: «Bibliotheca Hagiographica Latina», n. 5617-5666, 825-830; AIGRAIN, L'Hagiographie, París 1953, 19,159,162,165-166,182,232, 237,271,298-299,302-303,349-358 y 375; J. M. RESSE, Le tombeauMARTINEZ CAMPOS, ARSENIO - MARTINEZ DE IRALA, DOMINGOde Saint Martin á Tours, París 1922; P. MONCEAUX, Saint Martin de Tours. Récits de Sulpice Sévére mis en /ranpais avec une introduction, París 1927; H. DELEHAYE, St. Martín et Sulpice Sévére, Bruselas 1920. Para la cronología es decisivo el estudio de E. GRIFFE, Le chronologie des années de jeunesse de saint Martin, «Bulletin de littérature ecclésiastique» (1961) 114-118 y «L'ami du clergé» 71 (1961) 642-650; 1. LAHACHE y M. LISERANI, Martino de Tours, en Bibl. Sanct. 8,1248-1291
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