1. Una voz esperanzada
La voz esperanzada del Papa
en la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado, en este domingo 16 de
enero de 2011, es: “Una sola familia humana”. Es anuncio,
invitación, denuncia y programa, a la vez, que quiere hacerse oír en medio
de la grave situación por la que atraviesa nuestra sociedad y que tan
negativamente repercute en numerosas familias, muy especialmente en las
familias emigrantes.
En el VI Congreso
Mundial de Pastoral para los Emigrantes y Refugiados celebrado en Roma en
abril de 2009, se abordó la respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la
era de la globalización [01] En la audiencia a los
participantes, el Papa afirmó en su discurso, “que la migración es
una oportunidad para destacar la unidad de la familia humana.” En las
conclusiones del Congreso se afirma que la migración, un
fenómeno en la era de la globalización y un signo de los tiempos,
afecta profundamente a nuestras sociedades en una época de cambios
rápidos y sin precedentes.
Asimismo, en el VIII
Congreso Europeo de Migraciones del Consejo de Conferencias Episcopales
Europeas (CCEE), celebrado en Málaga, en los días 30 de abril al 1 de mayo
de 2010, uno de los temas estudiados fue el de “la familia migrante”.
2. Principios de la Sagrada Escritura y de la Doctrina Social de la
Iglesia
Los derechos de los
emigrantes a vivir como miembros de la familia humana y la obligación
correspondiente hacia ellos de acogida, ayuda, solidaridad y fraternidad
tienen su fundamento en la condición de todos los seres humanos de hijos
del mismo Padre Dios, de la que se deriva la común vocación de hermanos.
Tenemos un origen común, el mismo fin, el mismo hábitat, la tierra creada
por Dios y puesta al servicio de todos los hombres y mujeres de todos los
tiempos y lugares. Tenemos un camino común, aunque vivamos diferentes
situaciones.
3. Emigración globalización y una familia
Una de esas diferentes
situaciones es la emigración; circunstancia que no afecta a la común
pertenencia a la misma y única familia humana.
Otra circunstancia en el
camino común es el fenómeno de la globalización, con su ambigüedad de
ventajas e inconvenientes. En el citado Mensaje para la Jornada Mundial, el
Papa Benedicto XVI, en referencia a su Encíclica Caritas y Veritate,
dice del fenómeno de la globalización “característico de nuestra época” que
“no es sólo un proceso socioeconómico, sino que conlleva también «una
humanidad cada vez más interrelacionada», que supera fronteras geográficas
y culturales. Al respecto, la Iglesia no cesa de recordar que el sentido
profundo de este proceso histórico y su criterio ético fundamental vienen
dados precisamente por la unidad de la familia humana y su desarrollo en el
bien (cf. Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 42). Por tanto, todos, tanto emigrantes como poblaciones locales que
los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo
derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuyo destino es universal, como
enseña la doctrina social de la Iglesia. Aquí encuentran fundamento la
solidaridad y el compartir” (Benedicto XVI, Mensaje 2011).
Más aún, en el fenómeno de la
globalización, asumido y vivido con criterios y actitudes de acogida de los
diferentes, de justicia y de solidaridad, en orden al bien común, puede
prefigurarse y anticiparse la ciudad nueva y definitiva del futuro «En una
sociedad en vías de globalización - dice el Papa - el bien común y el
esfuerzo por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es
decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad
y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una
anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras» (Benedicto XVI,
Enc. Caritas in veritate, 7).
Contrasta con este cuadro
ideal la dura realidad, agravada por la crisis económica y no siempre
favorecida por las leyes, que afectan a los emigrantes y refugiados. Surgen
el miedo al extraño, el rechazo, la merma en la cordial acogida, en la
hospitalidad… Se hace necesario rescatar la centralidad de la
persona humana y de su dignidad, con sus correspondientes e inalienables
derechos y deberes.
4. Un largo camino
El ideal y la tarea de
constituir una sola familia de personas, pueblos, culturas, religiones… tan
numerosas y diversas, nos urgen a todos, emigrantes y autóctonos. El camino
es arduo y tiene aún un largo recorrido.
No es superfluo volver a recordar,
como punto de partida el derecho fundamental de toda persona a salir de su
tierra y a ir a otro país que le ofrezca mejores posibilidades, sin tener
que desprenderse de su familia, de su religión, de su cultura…
Tampoco podemos olvidar el
derecho propio de los Estados a regular los flujos migratorios con
justicia, con solidaridad y con sentido del bien común. En esa regulación
justa entra también el establecer condiciones dignas para la acogida y la
gradual y armónica integración de emigrantes y refugiados en la nueva
sociedad, en la normal interacción entre la población autóctona y la
emigrante.
Palabra e instrumento clave
en este proceso es el diálogo en todas sus variantes, empezando por el
diálogo de la vida, en el trabajo, en la escuela, en el tiempo libre, en la
vecindad, en la convivencia, en la defensa común de los derechos, en las
acciones comunes, en el servicio al bien común. Fundamental es el diálogo
intercultural y, en el campo religioso, el diálogo ecuménico y el
interreligioso.
Dice a este respecto el Santo
Padre en el citado Mensaje: “Una sola familia de hermanos y hermanas en
sociedades, que son cada vez más multiétnicas e interculturales, donde
también las personas de diversas religiones se ven impulsadas al diálogo,
para que se pueda encontrar una convivencia serena y provechosa en el
respeto de las legítimas diferencias” (Mensaje, 2011).
5. Iglesia pionera
La Iglesia, que ha recibido
el mandato del Señor de hacer de todos los pueblos una sola familia, ha de
ser pionera en la tarea de acoger a los diferentes, de ayudarles en su
proceso de incorporación a la nueva sociedad, y a la comunidad creyente a
cristianos y a los que voluntariamente lo pidan.
Asimismo, la Iglesia debe ser
ejemplar en su ayuda a la asunción de responsabilidades por parte de los
emigrantes, de su papel y tareas en la nueva sociedad y en la nueva
comunidad creyente, respetando siempre la identidad de cada uno, dentro de
la única familia.
En su condición de
“católica”, la Iglesia y los católicos han de ser signos e instrumentos de
la realidad de la única familia de Dios, en la que caben hombres y mujeres
diferentes en procedencia, raza, cultura, clase social… La Iglesia es la
“casa común”, en la que todos tienen cabida.
Fiel al mandato de su Señor,
la Iglesia ha de ser modelo en el amor fraterno, viendo en cada hermano al
mismo Cristo, su Señor.
La Iglesia, en sus
comunidades, en su vida, en su acción, en sus manifestaciones… ha de
constituir un signo de esperanza en medio de una sociedad tentada de
desesperanza.
6. Emigrantes víctimas de la violencia y estudiantes, sectores de
especial atención
En su mensaje, el Papa
Benedicto XVI nos invita a tener una especial atención y prestar especial
servicio a los refugiados y demás emigrantes forzados por la violencia, a
los que “se les debe ayudar a encontrar un lugar donde puedan vivir en paz
y seguridad, donde puedan trabajar y asumir los derechos y deberes
existentes en el país que los acoge, contribuyendo al bien común, sin
olvidar la dimensión religiosa de la vida” (Mensaje, 2011).
Consideración especial dedica
también el Santo Padre a los estudiantes extranjeros e internacionales, que
son cada día más numerosos, para los que pide estar atentos a sus problemas
concretos. Ellos son “una categoría socialmente relevante en la perspectiva
de su regreso, como futuros dirigentes, a sus países de origen. Constituyen
«puentes» culturales y económicos entre estos países y los de acogida, lo
que va precisamente en la dirección de formar «una sola familia humana»
(l.c.).
Conclusión
Terminamos con las mismas
palabras con las que el Santo Padre cierra su Mensaje: “No perdamos la
esperanza, y oremos juntos a Dios, Padre de todos, para que nos ayude a
ser, a cada uno en primera persona, hombres y mujeres capaces de relaciones
fraternas; y para que, en el ámbito social, político e institucional,
crezcan la comprensión y la estima recíproca entre los pueblos y las
culturas. Invoquemos con el Papa la intercesión de María Santísima Stella
maris.
Los Obispos de la
Comisión Episcopal de Migración
[01] Cfr. VI Congreso Mundial de Pastoral para los Emigrantes y
Refugiado. Roma 9-12 de Noviembre. People on the Move. XLI .111December
2009
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